River en tierras lejanas
Crónica de una pasión que no entiende de fronteras
No hay nada más raro que un club argentino jugando al fútbol en Estados Unidos. Es como ver a Gardel en Las Vegas: se canta igual, pero suena distinto. Y sin embargo, ahí está River. Nuestro River. El de la Banda Roja. El de la historia gigante y las glorias que nos enseñaron a creer.
”Que la gente crea porque tiene con qué creer.” Napoleón Bonaparte
El Mundial de Clubes se juega en Estados Unidos. En estadios monumentales que parecen parques temáticos, donde la cerveza cuesta como un asado y el fútbol se empaca con moño para la exportación. Pero entre tanta pantalla LED, reglamento FIFA y espectáculo cronometrado, algo desentona. Una camiseta blanca con una banda roja cruzándole el pecho que no se explica: se siente. Se vive. Es River. Nuestro glorioso River Plate.
Y ahí están también ellos. Los muchachos de la Filial River Plate Berlín. Los amigos, los compañeros de tantos gritos compartidos en una lengua que no es la del país, pero sí la de nuestro corazón. Los que formamos en Berlín una familia que late a contramano de la distancia. La Filial River Plate Berlín no viajó por turismo: viajó por amor. Porque cuando juega River, no importa el huso horario ni el precio del avión. Importa estar. Cruzaron el océano con una sola certeza: a River se lo sigue donde sea.
Aterrizaron en Nueva York, en Los Ángeles, en alguna de esas ciudades que aparecen en las películas, pero que esta semana hablan en lunfardo. Se los vio en Brooklyn con la camiseta bien puesta como si fuera una bandera. Porque lo es. Se los vio recorriendo calles con acento rioplatense. Emocionaron a turistas que no entendían nada y, sin embargo, aplaudían. Coparon Times Square, como si el Obelisco se hubiese mudado unas cuadras. Se escucharon los cánticos, los bombos de garganta, los abrazos que conocen el valor de compartir una pasión lejos de casa.
Viajar hasta Estados Unidos no es solo una travesía. Es una declaración. Es seguir un hilo invisible que une a un club con su gente, más allá de las fronteras, los idiomas o las monedas. Es estar ahí, juntos, como tantas veces lo imaginamos en reuniones en Berlín, pero ahora con el cielo de otro continente encima. Es decir: “acá estamos, seguimos siendo los mismos, aunque estemos tan lejos de Núñez o de Brandenburger Tor”. Es bancar los colores con la misma intensidad con la que se bancan los inviernos berlineses o las transmisiones a las 3 de la mañana.
Ser de River en Berlín no es una rareza ni una pose: es una familia. Es saberse parte de algo más grande que uno mismo. Es tener la certeza de que, a miles de kilómetros del Monumental, hay un abrazo esperando después de cada gol. Y también antes. Porque esta historia se escribe de a muchos.
Todavía no jugamos el primer partido, pero ya ganamos algo: la certeza de que estamos donde queremos estar, con quienes queremos estar. Todavía no sabemos si la pelota entrará o no. Pero eso no importa tanto. Lo que importa es esto: la camiseta, la gente, el viaje, la historia que se sigue escribiendo. Porque a veces el fútbol no se trata de ganar, sino de estar. Y River, una vez más, está.
¡Aguante River y su gente, en cualquier rincón del mundo!#PorEsteAmor 🐔🏆⚽